Comenta el siguiente texto extrayendo las ideas principales y
realizando un juicio critico del contenido. Intenta identificar al
autor y hablar de la época histórica. Este mismo comentario lo
encontrarás en el blog de la asignatura.
Fecha de entrega: 10 de diciembre de 2014.
Documento completo en https://www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf
La
humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos
ver
en los adelantos que se producen en diversos campos. Son de alabar
los avances que contribuyen al bienestar de la gente, como, por
ejemplo, en
el ámbito de la salud, de la educación y de la
comunicación. Sin embargo,
no podemos olvidar que la mayoría de
los hombres y mujeres de nuestro
tiempo vive precariamente el día a
día, con consecuencias funestas.
Así como el mandamiento de «no
matar» pone un límite claro para
asegurar el valor de la vida
humana, hoy tenemos que decir «no a una
economía de la exclusión
y la inequidad». Esa economía mata. No puede
ser que no sea
noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y
que
sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión.
No se
puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que
pasa hambre.
Eso es inequidad.
Hoy
todo entra dentro del juego de la competitividad y de
la ley del más
fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como
consecuencia
de esta situación, grandes masas de la población se ven
excluidas
y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se
considera
al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se
puede
usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte»
que,
además, se promueve.
Los excluidos no son «explotados» sino
desechos, «sobrantes».
Para
poder sostener un estilo de vida que
excluye a otros, o para poder
entusiasmarse con ese ideal egoísta,
se ha desarrollado una globalización
de la indiferencia. Casi sin
advertirlo, nos volvemos incapaces de
compadecernos ante los
clamores de los otros
.
La
cultura del bienestar nos
anestesia y perdemos la calma si el
mercado ofrece algo que todavía no
hemos comprado, mientras todas
esas vidas truncadas por falta de
posibilidades nos parecen un mero
espectáculo que de ninguna manera
nos altera.
La crisis financiera
que
atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda
crisis
antropológica: ¡la negación de la primacía del ser
humano! Hemos creado
nuevos ídolos. La adoración del antiguo
becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha
encontrado una versión nueva y
despiadada en el fetichismo del dinero y
en la dictadura de la
economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano.
El
afán de poder y de tener no conoce
límites. En este sistema, que
tiende a fagocitarlo todo en orden a
acrecentar beneficios,
cualquier cosa que sea frágil, como el medio
ambiente, queda
indefensa ante los intereses del mercado divinizado,
convertidos en
regla absoluta.
Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética
y el rechazo de Dios.
La ética suele ser mirada con cierto
desprecio burlón. Se considera
contraproducente, demasiado humana,
porque relativiza el dinero y el
poder. Se la siente como una
amenaza, pues condena la manipulación y la
degradación de la
persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera
una
respuesta comprometida que está fuera de las categorías del
mercado.
Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable,
inmanejable,
incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena
realización y a la
independencia de cualquier tipo de esclavitud.
La ética –una ética no
ideologizada– permite crear un
equilibrio y un orden social más humano.